05 marzo 2011

CUANDO EL APOYO PERJUDICA

MARIO VARGAS LLOSA Y LA FERIA DEL LIBRO


La Feria del Libro es un evento fundamentalmente comercial con aristas culturales y la suma de ambos constituye un hecho político. Está organizada por la Fundación El Libro, que según su página web es una “Entidad civil sin fines de lucro que está constituida por la Sociedad Argentina de Escritores, la Cámara Argentina del Libro, la Cámara Argentina de Publicaciones, el Sector de Libros y Revistas de la Cámara Española de Comercio, la Federación Argentina de la Industria Gráfica y Afines, y la Federación Argentina de Librerías, Papelerías y Afines.”
Como puede observarse en su composición, los intereses comerciales superan largamente a los literarios.
Iniciada en 1974, la actual es la trigésima séptima realización. El permanente incremento de la concurrencia, generalmente abultada intencionalmente por los organizadores, constituye un hecho de indudable impacto. Una parte no cuantificable de la concurrencia acude como si fuera a un shopping. Son aquellos que raramente visiten una librería durante el año y creen ingenuamente que en la Feria comprarán libros a mejores precios. La mayor parte de los eventos culturales son presentaciones de libros, práctica generalizada en los últimos años y que es un auto homenaje que el autor  se regala en compañía de amigos con el beneplácito y auspicio de la editorial. Eso no desmerece su significación como hecho cultural y comercial sin dejar de mostrar la hechura del mismo.
La entidad organizadora invitó para su inauguración al notable escritor peruano nacionalizado español Mario Vargas Llosa. Es la primera vez que la misma tendrá como protagonista a alguien que no es argentino. Los organizadores, fundamentalmente poderosos intereses comerciales vinculados al libro, no fueron precisamente ingenuos al colocar al Premio Nobel como protagonista principal. Matan dos pájaros de un solo disparo: aseguran una estruendosa repercusión internacional y concretan una provocación hacia el gobierno. Así como el autor de “Conversación en la catedral” (en mi opinión, largamente su mejor libro), es un brillante escritor, pero cuando incursiona en la política es un pensador  pedestre, carente de un pensamiento original y sólo repetidor de una larga retahíla de lugares comunes del pensamiento neoliberal, alineado con intereses económicos que representa como los del grupo español Prisa.
Nada queda de aquel escritor izquierdista. Como buen converso, sobreactúa su viraje. Vitupera todo lo que signifique populismo y apoya a los gobiernos que asumen políticas neoliberales.
El escritor que reivindica en la literatura las luchas por la liberación y contra el colonialismo en el pasado (“Guerra del fin del mundo”, “El sueño del celta”) cuando baja a la realidad que lo circunda es un apologista del colonialismo. En ese devenir de su pensamiento, ha tenido análisis descalificadores sobre la Argentina y sobre el kirchnerismo. En ese contexto, un grupo de escritores entre los que figuran Horacio González, José Pablo Feinmann, Ricardo Forster, Mario Goloboff, Horacio González, Juano Villafañe y Vicente Battista, emitieron una declaración que en su parte sustancial afirma: “Convertido desde hace años en vocero de los grupos multinacionales editoriales y mediáticos, de un supuesto “liberalismo” de sometimiento y depredación, y de la oposición a lo que ellos denominan “gobiernos populistas” en América Latina, Mario Vargas Llosa se ha ensañado de modo muy particular con nuestro país y nuestra sociedad, en declaraciones ampliamente difundidas por esos mismos medios. En consecuencia, nos parece que dicha designación es no sólo inoportuna sino también agraviante para la cultura nacional y para con las preferencias democráticas y mayoritarias de nuestro pueblo.” También apareció una carta de Horacio González en el mismo sentido.

Este es un caso claro de cuando el apoyo al gobierno para defenderlo lo termina perjudicando. Eso lo entendió rápidamente la Presidenta de la Nación quién le pidió a Horacio González, director de la Biblioteca Nacional y el único de los firmantes funcionario público, que retirara la carta que había remitido. Así lo hizo González, quien en una segunda carta escribió: “He percibido que la discusión corre el riesgo de ser presentada como una vía para limitar la palabra de un escritor, que siempre leímos como el buen novelista que es, y cuestionamos como especial promotor de interpretaciones inadecuadas sobre la política y la sociedad argentina….. Esta mañana he recibido un llamado de la Sra. Presidenta de la República en el sentido de afirmar la sustancia, la forma y la pertinencia del debate democrático en todos los planos de su significación. En ese sentido me ha pedido, en mi carácter de director de la Biblioteca Nacional, retirar la carta que anteriormente les he enviado, en la que proponía que el Sr. Vargas Llosa diera su conferencia, pero no en carácter de acto de inauguración de la Feria. La Sra. Presidenta me hizo conocer su opinión respecto de que esta discusión no puede dejar la más mínima duda de la vocación de libre expresión de ideas políticas en la Feria del Libro, en las circunstancias que sean y tal como sus autoridades lo hayan definido. Tal como me lo ha expresado, no es concebible la vida literaria y el compromiso con la ensayística social sin un absoluto respeto por la palabra de los escritores –o de cualquier ciudadano–, cualquiera sea su significación o intención. Les escribo comunicándoles este diálogo con la Presidenta en la certeza de que estamos comprometidos en toda discusión que sirva para dar más cualidades a la vida democrática, como este intercambio de cartas también lo certifica.”
Está claro que la Presidenta percibió con olfato político que la actitud de Horacio González y el grupo de escritores e intelectuales era funcional a la prédica y declaraciones que sobre el país y su gobierno despliega Vargas Llosa y que eso daría pasto a la prensa internacional y a la hegemónica  local para convertir un hecho menor en un escándalo de proporciones.
Ya estaban listos y es fácil de demostrarlo. El periodista y escritor español Juan Cruz escribió el 2-03-2011 en La Nación: “Si Borges y Onetti se hubieran juntado para describir lo que acaba de suceder con Vargas Llosa y la Feria del Libro de Buenos Aires no habrían encontrado este argumento en la mezcla de sueño y desgano con la que ambos se enfrentaron al desdén del mundo.” El editorial del mismo diario el día siguiente dice entre otras cosas: “Por el bien y el honor de la cultura argentina, es de desear que el premio Nobel no se desanime -ya conoce el paño-, venga a inaugurar la Feria del Libro 2011 y les dé a sus lectores y a todos los argentinos que saben apreciar la coherencia y la libertad de su pensamiento el gusto enorme de recibirlo una vez más.”
Debe quedar claro, entonces, que las posiciones ideológicas no son óbices para inaugurar la Feria del Libro. Que las actitudes agraviantes hacia la Argentina y su gobierno convierten la designación de Vargas Llosa en una provocación que rinde fuertes dividendos comerciales.
Que presionar para que no se cumpla el objetivo de los organizadores es hacerles el juego.
Y por eso la actitud de la Presidenta es políticamente impecable. 
Los intelectuales como José Pablo Feinmann, Ricardo Forster u Horacio González deberían desafiar a Mario Vargas Llosa a un debate público a realizarse en la Feria del Libro sobre los modelos  populistas y los neoliberales. Ese sería el lugar y el momento para poner al desnudo la endeblez argumental del Premio Nobel. Es altamente probable que el ex candidato a presidente arrugue y que el debate no se realice por abandono del propagandista neoliberal.    
De aquí a octubre, el gobierno deberá  sortear muchas situaciones en donde las trampas y las zancadillas estarán a la orden del día. Y los que quieran ayudar, deberán tener cuidado de que sus actitudes de apoyo no terminen perjudicando.    


03-03-2011
Las fotos de la Feria del libro fueron extraídas del "Sitio de Laura"
TODOS LOS LOS DERECHOS RESERVADOS . Hugo Presman.   Para publicar citar la fuente





2 comentarios:

  1. Tal cual. El momento exige guerreros impecables, no gurkas. Debemos hacernos carne que no es momento de resistencia, sino de avance.

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  2. Lo curioso es que la desubicación no vino de parte de alguien sin cultura. Un error tan grosero como ese, no pudo haberle ocurrido a un intelectual de prestigio como H.González, a menos que su calidad intelectual sea una estafa, o que su deseo de hacerse notar en la carrera de quién es más kirchnerista, haya sido más fuerte que la moderación típica de alguien acostumbrado a pensar. Lo mismo corre para la diputada Conti, que se incineró en las llamas de la pasión kircnerista, llamándose a sí misma (seriamente) ultrakirchnerista. Yo sólo concibo ese ultra como un provocación a los contras en momentos de lucha sin cuartel, en devolución de actos y dichos falsarios y humillantes.
    Desde que Diana Conti uso el término "ultrakirchnerista", yo saqué mi logo provocador de mi blog.
    Saludos Hugo.

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