16 marzo 2011

LA NOSTALGIA EN LA HISTORIA


Una cosa es leer la historia y otra haberla vivido. Resulta luego interesante cotejar los recuerdos con los testimonios de aquello que escriben acerca de lo que el autor de esta nota siguió de cerca como testigo y actor de reparto. Sobre el 11 de marzo de 1973 y los 49 días de Héctor J Cámpora. Sobre la evaluación actual y la presencia de la agrupación juvenil kirchnerista “ La Cámpora.”
La nostalgia es un almibar que suele derramarse sobre los recuerdos. Y como todo exceso de azúcar suele terminar empalagando.

El 11 de marzo de 1973 fue un día de enorme alegría cuya escenificación profunda fue el primaveral 25 de mayo cuando Alejandro Agustín Lanusse entregó la banda presidencial a Héctor J Cámpora en presencia de Salvador Allende y Osvaldo Dorticós representando como presidentes a Chile y Cuba.
Con los marinos repudiados y escupidos  por la multitud y con un cantito predominante “ Se van, se van y nunca volverán”. Con un helicóptero llevando a miembros de la Junta y saliendo por los techos de la Casa Rosada. Los hechos posteriores demostraron que era más un deseo que una realidad.  Y con un gran ausente, el General Perón, quien pronto volvería y ocuparía el lugar que las Fuerzas Armadas le habían impedido.


Todo había empezado con la derrota de 1955; los años de la heroica resistencia en la que quedaron los peronistas y se alejaron los chupamedias y alcahuetes y perduraron los oportunistas. Los largos años de la proscripción. El problema irresoluble para el establishment de llamar a elecciones y que el peronismo ganara. El Cordobazo, el más significativo de una sucesión de levantamientos populares provinciales, implicó una radicalización profunda de la sociedad argentina en donde confluían con la clase obrera las huestes nacionalizadas de las clases medias, constituyendo en las calles un frente plebeyo explosivo. Muchos de los hijos de los gorilas de 1955 encontraban en el líder proscripto el referente máximo en la lucha por la liberación nacional. Incluso, alentados por Perón, se ilusionaban con su retorno de acceder a la Patria Socialista.

El establishment decidió negociar con Perón, a través de un gorila conspicuo e inteligente como fue Alejandro Agustín Lanusse. Tanto habían sostenido que Perón era cobarde y corrupto que terminaron creyéndolo por lo que decidieron provocarlo y seducirlo. Le dijeron que no le daba el cuero y por eso no iba a venir antes del 25 de agosto de 1972, condición imprescindible y proscriptiva para participar en las elecciones del 11 de marzo del año siguiente. Y para “comprarlo” le devolvieron el cadáver ultrajado de Eva Perón cuyo destino hasta ese momento estuvo rodeado de  un profundo misterio; le retornaron su condición de general y le abonaron los sueldos caídos desde su derrocamiento. Alejandro Agustín Lanusse le envió al Coronel Cornicelli para negociar un acuerdo en donde a cambio de dinero y gloria, no debía presentarse como postulante y comprometiéndose a apoyar al candidato designado por el gobierno en lo que denominaba GAN (Gran Acuerdo Nacional). Perón lo rechazó a lo cual Lanusse respondió proponiendo una renuncia recíproca a la presidencia de él y de Perón. Con la ironía y picardía que lo caracterizaba, Perón afirmó que la renuncia a la Presidencia de Lanusse por vía electoral era equivalente a que él abdicara al trono de Inglaterra. Más adelante, y luego del regreso de Perón el 17 de noviembre se conformó un abrumador alineamiento de fuerzas a su favor.
Previo a su regreso a España, Perón propulsó la fórmula Cámpora- Solano Lima, ante el desconcierto de los sectores gremiales y políticos del peronismo que promocionaban a otros postulantes. Esto se expresó durante la campaña electoral en donde su participación fue mínima, quedando en la Tendencia Revolucionaria y la juventud peronista el peso de la movilización y la propaganda política. Cámpora, un hombre conservador y cuya virtud más destacable fue la lealtad a Perón y a Evita, fue recogiendo las propuestas y el discurso juvenil.
El locuaz Lanusse afirmó, ya aislado políticamente: “ Que sepan que las armas no las tenemos de adorno” lo que mereció una nueva respuesta del dos veces presidente hasta ese momento y nuevamente en España: “ No son las armas las que tienen de adorno sino la cabeza”

Cámpora pasó a ser “El Tío” porque era como si fuera “el hermano” de Perón según algunos, o porque Mario Campora, el sobrino del presidente que era el enlace con los dirigentes juveniles, los que solían hacerles solicitudes con el habitual: “Decile al Tío.” Estaba claro entonces que Cámpora iba a acceder a la Presidencia por la proscripción de Perón, reflejada en la consigna: “Cámpora al gobierno, Perón al poder.”
En una de las reuniones realizadas en Gaspar Campos entre Perón, Cámpora y todo su gabinete se produjo el siguiente diálogo, cuando Perón ya se había retirado a descansar según cuenta Miguel Bonasso en su libro “El Presidente que no fue” ( Página 565): “Apenas se sentaron en la sala de la planta baja, López Rega se dirigió a Cámpora y le preguntó brutalmente, delante de todos los ministros: - Quisiéramos saber  cuál va a ser el papel que va a jugar el General Perón en el país.- Cámpora sintió que se le arrebolaban las mejillas y respondió al mucamo con voz trémula de ira:- El papel que el Señor General desee tener. En nuestro gobierno la única posición que puede ocupar el General Perón es la de Presidente de la República”.     
Los 49 días de Cámpora fueron una primavera con ribetes de juvenilia. Las fuerzas desatadas eran incontenibles y sobre las mismas surfeaba el gobierno. Perón desde Madrid observaba el panorama con alarma y precaución. Su propuesta era el pacto social y un replay de sus gobiernos anteriores, con una apertura económica hacia el socialismo real. Su propuesta histórica fue un desarrollo capitalista con distribución del ingreso poniendo el énfasis en la justicia social. Fue en esos términos un revolucionario burgués y no estaba dispuesto a ir a los 80 años mucho más allá de lo que había hecho en sus dos primeras presidencias en un contexto diferente al de post-guerra. En ese sentido es posible deducir  el disgusto de Perón con la liberación intempestiva de los presos políticos, la toma de edificios, el clima de agitación permanente. Eso se tradujo en el último acto de gobierno antes de su muerte, que fue la aceptación de la renuncia de de Cámpora a su cargo de embajador, sin los agradecimientos de forma.   
Perón se encontró con una sociedad diferente a la que dejó 18 años atrás y con una salud muy disminuida y frágil. Creyó poder colocarse por encima de los sectores enfrentados y recibió un duro traspié a esa posibilidad cuando no pudo su avión aterrizar en el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini y se perpetró lo que luego se conocería como la Masacre de Ezeiza. Veintiún días después renunciaba Cámpora.
Perón se recostaría en los sectores que no le discutían su jefatura y le obedecían, mientras los juveniles afrontaban sucesivos desaires con la peregrina teoría que Perón estaba cercado por López Rega.
Perón fue siempre un durísimo contragolpeador, capaz de las más duras réplicas con pocos antecedentes mundiales, en la medida que las mismas fueron realizadas ante muchedumbres enormes. Eso no lo tuvo en cuenta la Tendencia Revolucionaria ni su brazo armado Montoneros siendo previsible el desenlace. Lo acaecido el 1 de mayo de 1974, con el abandono de las huestes juveniles de la histórica Plaza de Mayo ante la reacción intempestiva de Perón a algunas provocaciones juveniles recibidas, fue la crónica de una ruptura anunciada.  
Luego vendrían una sucesión de groseros errores por parte de Montoneros como el asesinato de Rucci, dos días después que la fórmula Perón- Perón triunfara con el 62% de los votos y luego el pase a la clandestinidad 67 días después de la muerte de Perón.
A la vera de la derrota política de Montoneros y luego la militar durante el gobierno de Isabel, continuada impiadosamente durante la dictadura establishment-militar donde fueron objeto de una cacería en medio de su profundo aislamiento , se ha elaborado una historia que no necesariamente se acerca a lo sucedido.
Ha habido un intento basado en el libro de Miguel Bonasso “El presidente que no fue”  de presentar un Cámpora revolucionario que estuvo lejos de serlo y un Perón conservador que no contempla indudablemente la totalidad de sus gobiernos bajo los cuales se realizó la mayor transformación en la historia argentina.
A su vez el enfrentamiento con el Perón vivo, llevó a levantar en contraposición la Evita muerta, atribuyéndole todas las virtudes revolucionarias que le retaceaban a Perón.
Los errores políticos de Montoneros, incluida la demencial contraofensiva de 1979/1980, han quedado diluidos en la brutal suerte de la mayor parte de sus militantes torturados y asesinados en los campos de concentración.

CAMPORA AHORA
Néstor Kirchner y Cristina Fernández fueron militantes con participación secundaria cuando estos hechos sucedían. Pero han recogido positivamente el desprendimiento, los ideales, el poner la vida al servicio de los mismos de aquella generación. En ese análisis, hasta ahí inserto en la realidad, participan de la visión de un Cámpora y de una Evita revolucionarios y un Perón en un segundo escalón que en alguna medida sienten que los traicionó.
Sin lugar a dudas el entramado de esta historia es mucho más compleja y aún espera un debate que no se ha dado.

La recuperación de la política, uno de los méritos innegables de la etapa histórica abierta en el 2003, ha permitido el arribo de una nueva juventud a la militancia, que por razones generacionales, es mucho más kirchnerista que peronista. Ha ingresado al escenario político y con su militancia y fervor va conquistando espacios de poder. Son inútiles y ociosas las comparaciones porque afortunadamente el tiempo no ha pasado en vano; las tragedias padecidas desde el terrorismo de estado a las políticas del fundamentalismo neoliberal, desde la hiperinflación, pasando por la convertibilidad, a la deflación y la peor crisis económica de la historia argentina, incluso con una guerra perdida como la de Malvinas. El período más largo de democracia en la historia argentina establece una experiencia diferenciadora con aquella generación que se crió con dictaduras oligárquicas y pro imperialistas, con proscripciones y persecusiones.
Hoy hay un hilo común entre la juventud peronista actual y la juventud sindical, enfrentadas visceralmente hace más de 37 años.    
Pero es imprescindible no almibarar la historia como en otro sentido  hizo la versión mitrista que entre otras falsedades, describió un San Martín y un Belgrano que parecen nacidos con escarpines de bronce. La generación del setenta de la que formo parte, tiene grandezas y miserias. Recoger lo mejor de aquella generación  y hacer un análisis crítico de aquel período, sin falsos maquillajes, es necesario para iluminar los senderos que hay que transitar y aquellos que hay que no hay  que recorrer. Y evitar como escribió en una de sus canciones Joaquín Sabina: “No hay nostalgia peor, que añorar lo que nunca jamás sucedió”.

La nostalgia mejora lo vivido pero no necesariamente se ajusta a la verdad.   Lo que se ha hecho hasta hoy es mucho pero debe ser tomado como un piso. Entre el NUNCA MÁS y el NUNCA MENOS, están las tareas pendientes de las nuevas generaciones que se incorporan a la política,  esa que según Foucault, es “la disputa por el sentido de una sociedad”



14-03- 2011
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