29 agosto 2011

SIEMPRE ESTUVO AHÍ


 

Siempre estuvo ahí. Con su forma de capilla, con su tamaño de televisor, con un diseño poco estilizado y con sus válvulas que había que esperar que se calentaran, para que emitiera sonido.
Siempre estuvo ahí. Como hoy que es pequeña, portable, transistorizada, digital, de bellas formas.  
Siempre estuvo ahí. Acompañando, entreteniendo, informando. A veces, pocas veces, reflexionando. Pasó del comedor o la cocina, localizada en un lugar fijo, a recorrer las calles, ubicada en un bolsillo con los auriculares en las orejas del oyente, o acompañando al automovilista.  
Siempre estuvo ahí. En la pelea Firpo – Dempsey en 1923. En las carreras de Fangio en Europa. Cuando Pascualito Pérez ganó el título mundial mosca en Tokio en 1954. En los boletines de la guerra. En el inolvidable gol de Maradona a los ingleses en el relato notable de Víctor Hugo Morales. En aquél sábado 26 de julio, cuando a las 20,25 medio país lloraba y otro medio país sentía alivio. Había muerto Eva Perón.  
Recuerdo, como si fuera hoy, el escenario. En Jubileo, Entre Ríos, ese pueblo caído del mapa donde pasé los primeros años de mi infancia. El único contacto con el mundo era la RCA Víctor a batería. La noticia se escuchó en una cerrada noche de invierno, mientras cenaba con mis padres, pertenecientes a la clase media antiperonista. Yo tenía 6 años. El silencio invadió el ambiente alumbrado con faroles a kerosene. Una pregunta rompió el clima que provocaba la noticia. El niño preguntó: ¿Quién le cocinará ahora a  Perón? 
Siempre estuvo ahí. Esperándome al regreso de la escuela, o a la vuelta del campito donde la pelota era el juguete deseado y querido. Escuchando los pasos de Tarzán en la selva, luchando contra las momias, en habitaciones en donde subía el piso o bajaba el techo y había que esperar hasta el día siguiente a las seis de la tarde para saber que suerte correría el héroe. Le ponía imaginación al café con leche, al pan con manteca y dulce de leche, o con jalvá, que muchos años después se llamó Mantecol, mientras me angustiaban las desventuras del León de Francia.  
Siempre estuvo ahí. Los jueves a las 21 horas, y los domingos a las 12,30 horas con los programas emblemáticos de Jabón Federal, versión anticipada de lo que después fue en televisión Casino Philips.
Siempre estuvo ahí. En el relato de las abuelos venidos de Rusia a las colonias judías de Entre Ríos. En una de ellas, Colonia López, donde se habían asentado, un vecino trajo la primera radio e invitó a los demás  a  escuchar. Por esos azares el aparato no funcionó. Uno de los invitados, con aire sobrador le dijo con sorna al dueño de casa: “¿Como podes creer que de ese cajón va a salir una voz?”    
Siempre estuvo ahí. Desarrollando nuestra imaginación, alentando la curiosidad.  
Siempre estuvo ahí. En las transmisiones de fútbol de los domingos. Con Fioravanti, con Aróstegui, con Lalo Pelicciari, con Bernardino Veiga. En aquél mundo mucho más ingenuo, el niño de Jubileo se preguntaba si el partido se suspendía cuando se pasaba la publicidad. Aquel cándido interrogante infantil se transformaría en realidad, parcialmente, cinco décadas más tarde con el reinado omnímodo de la televisión, antes del arribo de “Fútbol para todos” 
Siempre estuvo ahí. Con los Pérez García, con el Glostora Tango Club, con la Craneoteca de los Genios de Tincho Zabala y Marianito Bauzá, con la genial Catita de Niní Marshall o el Felipe de Luis Sandrini.  
Siempre estuvo ahí. Con la Revista Dislocada, en las largas transmisiones del escrutinio de las elecciones, con tres mesas de Paraná, dos de Comodoro Rivadavia, tres mesas femeninas de Almagro y dos masculinas de San Miguel de Tucumán. No había  encuestas, bocas de urna, ni analistas de tendencias.  
Siempre estuvo ahí. En los partes militares, en los derrocamientos de los gobiernos elegidos con y sin proscripciones, en la lucha de azules y colorados.
Siempre estuvo ahí. Con el cine Lux de los sábados a la noche y el teatro en “Las dos carátulas” 
Siempre estuvo ahí. En los campeonatos Mundiales, en el comunicado a las tres de la mañana del 24 de marzo que inició un silencio de radio durante los años de plomo, o en los partes  victoriosos de la guerra de Malvinas.  
Siempre estuvo ahí. Con las voces emblemáticas de Cacho Fontana, Héctor Larrea, Antonio Carrizo, Julio Cesar Barton. Con las noches románticas y perturbadoras de Betty Elizalde, Nora Perlé y Nucha Amengual. La revolución del estilo y las formas  que llegó con Hugo Guerrero Martinheitz. El nacimiento de la  radio intimista que no hablaba  a la audiencia sino a cada escuchador.
Siempre estuvo ahí. Cuando había que madrugar los sábados a la mañana, con la dictadura criminal en retroceso,  para escuchar cosas sorprendentes, en ese programa insólito de un tal Eduardo Aliverti, una voz nacida para la radio,  y la dulzura de  Liliana Daunes.
Siempre estuvo ahí. Cuando a partir del 10 de diciembre de 1983 aparecieron nuevas voces en la sorprendente Radio Belgrano dirigida por Daniel Divinsky, que los nostálgicos de la dictadura criminal llamaban Radio Belgrado. 
Siempre estuvo ahí. Renaciendo de sus cenizas, cuando la televisión, la hermana menor y prepotente, pensó que se quedaba con todo. 
Siempre estuvo ahí. Soportando los malhumores de los dieciocho años sin campeonatos de River, en la larga hilera de triunfos continuos después de los años de infortunio, y en llanto inconsolable, en la desazón sin límites, de un domingo triste e inolvidable, de una tarde que se hizo noche un 26 de junio del 2011.    
Siempre estará ahí. Distribuyendo música a domicilio en la frecuencia de FM. La radio es imbatible, aunque se la ningunea en los otros medios. Cambiando con los tiempos. Entretenimiento ayer, periodismo hoy. Recorriendo el camino de las válvulas a los transistores. De la RCA Víctor a la Spica, de la Hitachi a la Sony. Habiendo pasado  por la Tonomac y la Noblex Siete Mares. De la onda corta a la frecuencia modulada. De las radios alternativas a Internet.
Siempre estará ahí. Con los mensajes de los oyentes, con Enrique de Palermo, Juan de Devoto, Marta del Obelisco, Anibal de Burzaco, Ángela de Pineyro, o Sandra de Belgrano. 
Y visto desde la emisión, privilegio al que accedí tarde, la magia permanece y se consolida cuando desde el estudio una reflexión, una mesa redonda, un reportaje, lo recibe un trabajador en el campo, un obrero en la fábrica, alguien que lleva la radio al baño, una chica la sintoniza  en su walkman, caminando o en el colectivo,  un automovilista la selecciona en su vehículo.
Y así hoy entran a nuestro mundo cotidiano, con posiciones diferentes y enfrentadas: Lalo Mir, Roberto Pettinato, Horacio Embón, Liliana López Foresi, Jorge Bocacci; Elizabeth “la negra” Vernaci; Betty Elizalde; Fernando Bravo, Nelson Castro, Reynaldo Sietecase, Luisa Valmaggia, Alfredo Leuco, Magdalena Ruiz Guiñazú, Víctor Hugo Morales, Samuel Gelblung,  Eduardo Aliverti, Alejandro Dolina, Mario Pergolini, Claudio Orellano, Quique Pesoa, Alejandro Apo, Pablo Caruso, Leonardo Cofre, Gerardo Yomal, Hernán Brienza, Pepe Eliaschev, Carlos Barragán, Mona Moncalvillo, Jorge Rial, Lucho Galende, Jorge Halperín, Mario Wainfeld, Nora Veiras, Carlos Polimeni, Ernesto Tenembaum, Maximiliano Montenegro, Marcelo Longobardi, Luis Majul, María O‘Donnell, Marcelo Zlotogwiazda  entre tantos otros.
Siempre estuvo ahí. Por eso hoy figuras que llegaron al conocimiento público a través de la televisión, como Mónica y Cesar, Gustavo Silvestre, Ernestina Pais, recorren el camino inverso y han desembarcado en este medio insuperable.
Siempre estuvo ahí. Porque la locura de los locos de la azotea que hicieron la primera transmisión, es contagiosa y se prolonga genéticamente. Pasa de generación en generación. Por eso, la radio en cada cumpleaños, no deja de  ser como hoy, una  adolescente de apenas 91 años, cálida y generosa.  

La radio, la radio,  siempre está ahí.    


27-08-2010
Hugo Presman. Para citar publicar fuente. Todos los derechos reservados.

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