24 julio 2012

EL PULGAR DE LA MODERNIDAD



Jóvenes con las espaldas inclinadas. En medio de un subte donde no hay espacio para darse vuelta, alguien recibe una llamada telefónica o la realiza, y su conversación tiene la intimidad de compartirla con todos los pasajeros compactados, al punto que las sardinas en latas parecen un canto a la libertad. Sin poder mover un brazo, otro se da maña para usar su pulgar y enviar un mensaje de texto con velocidad sorprendente. Otros permanecen ajenos a lo que ocurre a su  alrededor,  ensimismados en un jueguito. Una joven cerca de la puerta está teóricamente en el lugar donde puede ser observada, pero su cabeza se despega del cuerpo junto con la música distribuida desde su celular a través de los auriculares. Inútil será preguntarle si bajará en la próxima estación. Habrá que tocarla para que la cabeza vuelva al cuerpo y una respuesta sea obtenida.

El celular es el propietario de aquellos que creen que les pertenece.  Si Hegel viviera podría observar la precisión de su dialéctica del amo y del esclavo. El medio diseñado para la comunicación a distancia se convierte en un obstáculo para la relación cara a cara. El que llama tiene prioridad sobre el interlocutor  personal cercano. La modernidad se introduce en esos vagones que tienen muchas décadas, tantas como para hacer desistir al empresario Mauricio Macri de hacerse cargo de su gerenciamiento, salvo que se lo entreguen en las condiciones del subte de Nueva York.
La tecnología debe mejorar y mejora la vida cotidiana. Pero muchos de sus usuarios la malversan y terminan esclavos de ella. Necesitan considerarse imprescindibles al punto tal de pensar que el planeta puede chocar contra un asteroide si alguien quiere comunicarse y no lo consigue porque tienen el telefonito apagado. Sacan músculos al pulgar con afiebrados mensajes de textos, en general, de una insustancialidad  proverbial. A punto tal que debido a ello  y a la falta de inversión de las compañías prestatarias, los aparatitos de funciones múltiples (radios, cámaras fotográficas, internet, agenda, hora, despertador, etc, etc) para lo que menos sirven es para hablar por teléfono. Se escucha mal, se interrumpen sistemáticamente las comunicaciones, cuesta concretar las llamadas. La modernidad tiene contratiempos. La rutina lleva a que hoy nadie pregunte, cuando necesitan agendar un teléfono,  por los tradicionales de línea de audición precisa. La pregunta siempre deriva hacia un celular. Ese que origina una generación de espaldas inclinadas y de pulgares musculosos. 

EL PULGAR DEL PANDA
Como dice Leopoldo Marechal en una de sus novelas, el día que el ser humano se puso en posición vertical la humanidad realizó un salto impresionante. Ese ignoto homínido, un Neil Armstrong del plioceno bien podría haber dicho la conocida frase del astronauta al pisar la luna: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”. Hace aproximadamente 5.332.000 años nuestro antepasado se irguió sobre sus pies, se puso en posición vertical y liberó sus manos, es decir que incrementó significativamente su capacidad productiva. Esas manos tienen además una particularidad que nos diferencia del resto de los animales: podemos hacer tocar el pulgar con el meñique.

El eminente paleontólogo y divulgador de la ciencia Sthephen Jay Gould, en su conocido libro “El pulgar del Panda”, nos cuenta que los osos son carnívoros, menos el panda que es vegetariano ya que se alimenta de bambú. Escribe Gould: “Viven en densos bosques de estas plantas a grandes alturas en las montañas de China Occidental. Allí se sientan, prácticamente inmunes a los depredadores, masticando bambú entre diez y doce horas diarias…….Me quedé estupefacto ante su destreza y me pregunté cómo era posible que el descendiente de una raza adaptada para la carrera pudiera utilizar sus garras tan hábilmente. Sujetaban los tallos de bambú entre sus garras y las despojaban de sus hojas, pasándolos entre un pulgar aparentemente flexible y el resto de los dedos. Esto me desconcertó. Yo había aprendido que la posesión de un pulgar oponible y diestro se encontraba entre las causas fundamentales del éxito humano. Nosotros habíamos conservado, incluso exagerado, esta importante flexibilidad de nuestros antepasados primates, mientras que la mayor parte de los mamíferos lo habían sacrificado al especializar sus dedos. ….De modo que conté los demás dedos del panda y me llevé una sorpresa aún mayor: había cinco no cuatro…..El “pulgar” del panda no es, anatómicamente, un dedo. Está constituido por un hueso llamado sesamoide  radial, que habitualmente es un pequeño componente de la muñeca. En los pandas, el sesamoide radial está enormemente agrandado y alargado hasta ser casi igual de largo que los huesos metapodiales de los verdaderos dedos. ….El pulgar del panda está dotado no sólo de un hueso para darle rigidez, sino también de músculos para proporcionarle su agilidad. Estos músculos, al igual que el propio hueso sesamoide…….son partes anatómicas familiares remodeladas para una nueva función.” Difícil prever si dentro de cinco millones de años el pulgar musculoso y diferente, sea conocido por futuros Stephen Jay Gould como “El pulgar del celular”.  

ELOGIO A LA TECNOLOGÍA
Los que conocimos el teléfono a manivela a través del  cual había que llamar a una central y darle a la operadora el número del teléfono con el cual queríamos comunicarnos, no podemos dejar de maravillarnos como algo cercano a lo mágico, que desde una aparato no mayor a una caja de cigarrillos se pueda hablar con alguien en cualquier lugar del planeta. Los que crecimos y padecimos las llamadas a larga distancia con las insufribles e imprecisas  horas de demora, con las conocidas “líneas condicionales”, la conexión inmediata nos suena a cuento de hadas. A Gabriel García Márquez, que dicen está perdiendo la memoria, justamente a él que la cultivó con esmero, se le atribuye la frase: “Recordar es fácil para el que tiene memoria. Olvidarse es difícil para quien tiene corazón.”   
Que los viejos teléfonos fijos y enormes hoy sean una pequeña computadora de funciones múltiples, es algo que suena a increíble.
De manera que bienvenida la tecnología que nos permite en un uso racional una potenciación enorme de la comunicación y del aprovechamiento del tiempo. Todo eso en el plano teórico. El problema surge cuando el usuario, el destinatario del aparatito mágico, termina siendo dependiente del medio que vino para hacerle más confortable la vida.

EL PULGAR DE LA MODERNIDAD
En la era de las comunicaciones, se da la paradoja que las comunicaciones a distancia se interponen en los encuentros cara a cara. La ventaja para estas últimas, es que las llamadas inevitablemente se cortan o se interrumpen por deficiencias de las empresas prestatarias. Los que se encuentran para conversar en un bar o compartir un almuerzo, aprovechan esos intervalos para cumplir con los motivos del encuentro. Hasta que exóticos ringtones vuelven a concretar un replay del escenario anterior.
Es notable la cantidad de personas” importantes” que circulan por las veredas con el adminículo en la oreja. El sociólogo polaco residente en Inglaterra  Zygmunt Bauman, ha escrito: “El teléfono celular entrena a los ojos a mirar sin ver”.
Ni hablar de aquellos que obstaculizan la circulación en las veredas, porque depositan su humanidad en el medio del tránsito peatonal para realizar una llamada “urgente e imprescindible”. O aquellos que no se detienen y con la cabeza baja, la espalda levemente inclinada intentan realizar una comunicación, obligando a los que vienen enfrente a apartarse para evitar un choque.  Ni hablar de aquellos poseedores de un teléfono con micrófono que parecen haber perdido el equilibrio hablando solos. Por eso hoy Antonio Machado no hubiera podido escribir su poema “Retrato”: “Converso con el hombre que siempre va conmigo/ quien habla solo espera hablar a Dios un día…”
O aquellos conductores que manejan desaprensivamente con el celular en la oreja, porque temen que no lo encuentren y resulte inevitable una tercera  y última guerra mundial. Seguramente en esas circunstancias tienen en cuenta aquella frase apocalíptica de Albert Einstein y se abrazan al adminículo para que la realidad no los sorprenda: "No sé cómo será la tercera guerra mundial, sólo sé que la cuarta será con piedras y lanzas."
En la evolución de la especie estamos en la etapa que puede definirse como “El pulgar de la modernidad”. Que despierta tanta curiosidad como “El pulgar del panda”. Lamentablemente no podremos leer cuando los émulos de Sthephen Jay Gould, dentro de cientos de  milenios, caractericen a este período de la comunicación incomunicada, y calculen que los cambios profundos, estructurales, fisonómicos, en las espaldas y los pulgares del humano, tienen su origen en un primitivo aparatito incorporado en las últimas décadas del siglo XX,  llamado celular o cariñosamente telefonito.
20-07-2012
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